Dicho esto, es importante que aprendamos a diferenciar entre carbohidratos de asimilación lenta y carbohidratos de asimilación rápida. Así como la forma en la que pueden afectar a nuestro nivel de glucosa o de azúcar en sangre, ya que es lo que nuestro cuerpo utiliza para obtener la energía.
Cuando consumimos alimentos dulces o con gran cantidad de azúcar refinado, éstos son digeridos por nuestro organismo de forma rápida y al mismo tiempo aportan mucha glucosa al torrente sanguíneo. Esto nos puede hacer pensar que, de esta manera tendremos mucha energía, pero la realidad es otra muy distinta.
Realmente, cuando ingerimos demasiado azúcar o carbohidratos refinados, el nivel de azúcar en sangre aumenta pero no se mantiene mucho tiempo y se produce un bajón drástico que hace que tengamos la sensación de querer consumir más dulce. Esto hace que entremos en una dinámica “peligrosa” de querer consumir cosas dulces para buscar una sensación de saciedad, que será difícil de conseguir y que no hará otra cosa que aumentar la cantidad de calorías.
Esto es justo lo contrario que buscamos cuando nuestro objetivo es mantener un buen nivel de energía durante todo el día. Así, estaremos generando picos de energía constantes, mientras que lo ideal es tomar ciertos alimentos que nos ofrezcan un aporte importante de energía, pero de manera más lenta, constante y durante un periodo de tiempo más largo.
Dicho esto, si eres de esas personas que se quedan sin pilas a lo largo del día, seguramente es porque estás consumiendo los carbohidratos erróneos. Si comienzas el día con dulces, esto hace que tu nivel de energía y de azúcar en sangre aumente rápidamente, pero baje de la misma manera al poco tiempo. Por lo tanto, lo ideal es evitar este tipo de carbohidratos de asimilación rápida y sustituirlos por los carbohidratos de asimilación lenta.
Este tipo los podemos encontrar en ciertos alimentos como las verduras, varios vegetales, frutas, hortalizas, semillas, frutos secos, algunos alimentos de origen animal, etc. Comer los carbohidratos que nos ofrecen este tipo de alimentos y realizar comidas bien equilibradas es lo que nos va a permitir mantener nuestra energía durante todo el día. Eso, y realizar diferentes comidas a lo largo del día con intervalos de algunas horas.
La cantidad de comida es otro dato muy a tener en cuenta, ya que ingerir mucha comida durante el almuerzo, hace que necesitemos mucha energía para digerirla. Algo que puede ser contraproducente para nuestro objetivo, puesto que a medida que el cuerpo comienza a enviar esa energía para realizar la digestión, podemos sufrir ese típico bajón de energía de después de comer.
Por lo tanto, lo ideal será realizar comidas pequeñas cada tres horas aproximadamente e introducir esos alimentos que nos proporcionan carbohidratos de asimilación lenta para mantener nuestro nivel de energía siempre alto. Evitar las comidas copiosas y también, estar bien hidratado durante todo el día.
La hidratación también es muy importante
Una hidratación adecuada es clave para muchas cosas, pero quizás la más importante es la del mantenimiento de todos los sistemas del cuerpo. Por lo tanto, llevar una incorrecta hidratación o el hecho de estar deshidratados, hace que se produzca una descompensación en los líquidos de nuestro cuerpo. Como consecuencia, nuestro cuerpo puede llegar a tener problemas para desempeñar sus funciones básicas.